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Autoestima de la Moda


TERAPEUTA DE ESTILO

TERAPEUTA DE ESTILO

“Una cierta delicadeza siempre resulta atractiva, no es tan fácil de definir como de sentir, porque se compone de diferentes cosas; unos modales corteses y condescendientes, pero no serviles; un aire afable, ademanes y palabras conciliadoras, tanto si se está o no de acuerdo con nuestro interlocutor” Lord Chesterfield

La democratización de la moda, entendida como la moda accesible o al alcance de todos, dio cabida a una serie de roles y rituales que se tejen alrededor de la indumentaria y de los accesorios en general. La difusión masiva de las tendencias imperantes en cada temporada, la facilidad de adquirirlas a unos precios relativamente razonables y la posibilidad de imprimir el sello personal en los diseños que usamos han contribuido a que progresivamente nos familiaricemos más con el imaginario de moda y a que nos sintamos facultados para emitir juicios acerca del buen o mal gusto a la hora de vestir.

Tal democratización, de alguna manera, ha incentivado a muchas personas a que se asuman como fashionistas por el hecho de tener un guardarropa influenciado por la dinámica de reconocidas marcas low cost, esto ha traído consigo eclecticismo en los estilos y más de un desacierto en lo que a moda y estilo se refiere. A su vez, ha contribuido a que los “expertos” en moda amplíen sus horizontes más allá del mundo de las pasarelas y a que encuentren en las calles y en la gente del común un terreno fértil para desempeñarse como asesores de imagen.

A propósito de los asesores de imagen, debo decir, que encuentro curiosas similitudes entre el asesor de imagen y el psicólogo, una de ellas, tiene que ver con la creencia de que son profesiones que no requieren formación y que su ejercicio se deriva del sentido común, me refiero a la actitud que tienen algunas personas de autoproclamarse psicólogos empíricos, fundamentadas en el hecho de que, a su criterio, son “buenos para aconsejar”; algo parecido les ocurre a los asesores de imagen, en la medida que, las personas se consideran aptas para hacer recomendaciones en torno a la moda soportadas en la confianza que depositan en su intuición.

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La siguiente similitud radica en que uno de los objetivos de la intervención tanto de psicólogos como de asesores de imagen es fortalecer el autoconcepto y enriquecer el yo interior, en este sentido es menester de los asesores entender a los demás desde su esencia y en ningún caso bajo la limitante ceguera del propio ego, lo que implica un doble trabajo para el asesor, por un lado, reconocerse a sí mismo y, por el otro, reconocer la esencia de su interlocutor sin la pretensión de imponer sus propios estereotipos.

Entonces, es propicio señalar que la labor del asesor de imagen va más allá de los diagnósticos de colorimetría, de la tipología del rostro y del cuerpo, exige estar apartado de la crítica despiadada y de las sentencias que atentan contra la dignidad en cuanto caricaturizan y ejercen presión a esa persona que ha acudido en búsqueda de una orientación que trasciende al hecho de lucir mejor y de sentirse a gusto con su apariencia.

En este sentido el profesional en la materia debe emplear los medios que tiene a su disposición en pro de restaurar el equilibrio y la armonía en su cliente, de ahí que quien asuma esta delicada misión debe ser empático, nunca invasivo, debe gozar de una nítida capacidad de escucha, sumada a una habilidad de observación constante y, ante todo, conciliadora; en otras palabras, quien logra ejercer esta labor de manera impecable es digno de ser llamado: terapeuta de estilo.

Photos by: Camila Cruz

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