“Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté a punto de partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,

casi desnudo como los hijos de la mar”

Antonio Machado

‘Ligero de equipaje’ me conduce inevitablemente a pensar en los planteamientos de Anthony de Mello: “Nos aferramos a una experiencia gozosa y no la soltamos en nuestra mente, aun cuando el suceso haya ya pasado; o tenemos miedo de algo que va a pasar, y ese temor llena la mente antes de que el suceso se produzca. Con una mente así cargada no se puede vivir. La mente en libertad no lleva cargas. La mente en libertad vive cada instante en cada instante, y ése es el secreto de vivir de lleno la vida” (Vallés, 1987, citando las palabras de Anthony de Mello).

El fragmento anterior nos suscita diferentes reflexiones: Alude a los apegos y a los miedos, al parecer éstos se constituyen en las dos caras de una misma moneda, son similares en la medida que nos alejan del ‘aquí y del ahora’ y se diferencian en que el uno está anclado al pasado y el otro está sujeto al futuro. A su vez, hace referencia a las cargas que solemos llevar en nuestra mente, esas mismas que representan cadenas psicológicas, que nos hacen prisioneros y nos arrastran a vivir una vida a medias. Parece ser que hemos aprendido a no entrar del todo en cada experiencia y por ende, tampoco salimos completamente de ellas.

Ahora bien, si analizamos la frase, en el sentido literal no encontramos mucha diferencia con lo descrito en los párrafos anteriores, en general las personas no solemos andar ligeras de equipaje, ya que nos hemos asumido como personas ‘precavidas’ y en honor a este atributo cargamos más de lo que necesitamos, aunque pensándolo bien, no sólo por precaución se llevan equipajes pesados, también suelen estar motivados por el interés de presumir de algo que los demás no tienen, por experimentar una especie de superioridad y en todo caso, por no asumir el riesgo de estar en inferioridad de condiciones o en una posición que nos haga vulnerables.

Tal vez si nos detenemos por un momento y revisamos con detenimiento lo que llevamos en nuestros bolsos de diario o en nuestras maletas de viaje, encontraríamos con sorpresa objetos inútiles y carentes de sentido, cuya principal función es generarnos peso y fatiga al final de la jornada. Tal vez si nos detenemos por un momento y revisamos con detenimiento nuestra memoria emocional, encontraríamos con sorpresa que en ella albergamos apegos y miedos que nos anclan al pasado y nos atan al futuro incierto y que, en todo caso, no nos permiten disfrutar a plenitud del esplendor de este maravilloso hoy.

En ese sentido, vale la pena tener presente las palabras de Anthony de Mello: “Dejaos llevar por la corriente de la vida… ligeros de equipaje”